La iniciativa del Senador Provincial Mario Ishi, apoyada – en términos “personales”-, por el Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Alejandro Granados, como así también por los diputados Julio Cobos y Pedro Olmedo, de volver al servicio militar obligatorio es destemplada, superficial y engañosa. No estoy de acuerdo y considero que, con la consiguiente amplificación mediática, se desvía la discusión principal acerca de la juventud y la educación.
El servicio militar obligatorio fue una experiencia ya superada en la historia social de los argentinos. Es una falacia monumental que la forma de “contener” a los jóvenes sea alistarlos un año en las fuerzas armadas para que mejoren sus conductas y aprendan el orden y la disciplina, como si estos fuesen los objetivos de un proyecto de vida.
Es falso porque, en primer lugar, no es cierto que a los jóvenes haya que “contenerlos” sino que, en un genuino itinerario de maduración, hay que acompañarlos, orientarlos, promoverlos, transformarlos en sujetos artífices de su propio destino.
En realidad, la iniciativa – que a su vez es comentada por otros políticos y comunicadores – tiende a ubicar a los jóvenes como ese eslabón perdido para la civilización donde sus prácticas “rebeldes y desalineadas” deberían ser objeto de cambio mediante la supuesta escala de valores de la disciplina que, en el imaginario social, ofrecen las fuerzas armadas.
Asimismo, la propuesta es una diagonal para expresar y pretender convencer que, quienes quieren orden, promueven la seguridad y que, los jóvenes, al estar “un año encerrados y aprendiendo” dejarían de delinquir y ocupar las calles con sus costumbres “raras y feas”.
Hay una malintencionada tendencia en relacionar los problemas de seguridad con la juventud con carencias de distinta índole y mostrar a las fuerzas armadas y al servicio militar obligatorio como la canalización para la solución de esos problemas.
Con énfasis y fundamentos sostenemos que es la educación popular es el único e indispensable camino para promover la educación de calidad integral que es un derecho social de nuestro pueblo. Por ello, en lugar de proponer volver al servicio militar obligatorio se debería pensar en alternativas para aumentar el presupuesto educativo y, con ello, mejorar, los salarios docentes, la infraestructura escolar y los servicios que la escuela brindar a la comunidad.
Suponemos que aquellos “iluminados” que quieren volver al servicio militar obligatorio han estudiado cómo se financiará semejante movimiento de cientos de miles de jóvenes alistados en las tres fuerzas. Pues bien, les decimos que esos fondos serán mejor utilizados si se dirigen al sistema educativo.
Creemos que en la propuesta se esconde una crítica a la educación ya que, como, según ellos, no cumple sus objetivos, sostienen que llevar a los chicos a un año de militarización, responderá a lo que seguramente ellos entienden que es educar: disciplinar.
Son los actores políticos y sociales que no han comprendido que el acceso a la educación para todos supone un doble movimiento: inclusión y calidad. Pareciera que no son testigos de la generación que dio el paso más trascendente en la historia de la educación en el último siglo: la escuela secundaria obligatoria.
Todos coincidimos que es necesario un esfuerzo colectivo, sostenido y permanente para mejorar la educación argentina al tiempo que estamos convencidos de los enormes logros de estos últimos años: desde las miles de escuelas nuevas hasta las netbook pasando por las bibliotecas populares y la televisión educativa, entre tantos.
Entendemos a la educación como la expresión genuina del proyecto de nación. Estamos convencidos que esa sinergia virtuosa entre rumbo de nación, proyecto educativo y modelo productivo es el trípode donde se asienta la densidad nacional. Es comprobable en la historia argentina, lo estamos viviendo en estos años y es la clave para nuestro futuro como sociedad.
En este contexto, entendemos que nuestras Fuerzas Armadas tienen un papel decisivo en la producción para la defensa, en el cuidado de nuestras fronteras y en la integración social, como lo han demostrado las multitudinarias jornadas donde nuestro Ejército y las juventudes trabajaron codo a codo en soluciones concretas para nuestro pueblo.
Las Fuerzas Armadas argentinas están recuperando su rol histórico en el proyecto nacional. Es también un estiletazo a esta estrategia integradora pretender ejecutar con ellas un papel disciplinador hacia los jóvenes y, en lugar de volver a mirar juntos al futuro, incitar a su recelo y desconfianza.
La escuela construye en el día a día el camino del ejército sanmartianiano, en tanto es sujeto de jornadas heroicas y de gestas basadas en la voluntad, el sacrificio y los ideales. Estas conjunciones son las que debemos sostener y promover en nuestros jóvenes.
El camino de las soluciones facilistas y engañosas solo nos lleva a la instalación de temas en la agenda pública como si fueran mágicas recetas que cambiarían la realidad en el corto plazo. Solo la educación y el trabajo, en un marco de sueños y utopías, transforma la roca en agua viva y el odio en amor. No lo olvidemos.
Aclaración: Nota enviada por Daniel Di Bartolo dirigente de Sadop Nacional.