VOTO EN BLANCO: ¿BOICOT O ESTRATEGIA?

POR ADRIAN FREIJO

En más de una ocasión, y por diferentes cuestiones, los argentinos usaron el voto en blanco para expresar su estado de ánimo. ¿Es un atentado a la democracia o un mecanismo válido?. Un debate vigente.

No solo durante los años de proscripción del peronismo el voto en blanco se constituyó en un arma útil para expresar el pensamiento y el deseo del pueblo argentino. Quienes recuerdan aquellos tiempos de convulsión conocen de una realidad política en la que la única forma de protesta -prohibida toda expresión pública de apoyo al derrocado presidente- se hacía presente en cada comicio de la mano de un instrumento al que el peronismo definía como atentado a la democracia y los seguidores de Perón llamaban participación revolucionaria.

Más acá en el tiempo existe un antecedente en el que el voto en blanco sirvió como mensaje atronador a la realidad que se vivía en el momento: dos meses antes del estallido institucional de diciembre de 2001 se realizaron los comicios legislativos y la modalidad hizo su reaparición para, junto con la abstención, dejar en claro cual era la posición ciudadana frente al gobierno de Fernando de la Rúa.

El descontento hacia la clase política en general y el y quienes conducían el estado en particular se plasmó en el alto nivel de votos en blanco o anulados (23.97%) y una relativamente alta abstención (24.53%) para un país donde el voto es obligatorio, generando que solo el 51.50% del padrón electoral emitiera votos afirmativos.

En ambas ocasiones -proscripción y falta de respuesta de la clase política- quedó en claro que el voto en blanco, lejos de suponer un desprecio democrático, era un instrumento válido para reclamar y una vía concreta para exigir reivindicaciones, cambios y nuevos escenarios.

En octubre de este año los argentinos debemos concurrir a las urnas y todo hace suponer que podríamos toparnos con un ballotage entre un presidente que ha demostrado insensibilidad e impericia para conducir los destinos del país y una ex mandataria procesada en múltiples casos de corrupción y que además dejó al país aislado, quebrado y traspasado por una grieta de odios y rencores que llevará décadas superar.

¿Qué hacer en ese caso?.

En primer lugar dejar en claro que tanto en las PASO como en la primera vuelta electoral cada uno de nosotros debe optar por aquella propuesta que le parezca mejor para sacar a la Argentina de este tobogán de decadencia, quiebre social y tristeza en la que la han sumido ambos pretendientes.

Hoy se intenta conformar espacios alternativos, desde el peronismo con Alternativa Federal y desde el progresismo con sectores del radicalismo, el socialismo y algunos movimientos sociales, que deberán trabajar mucho para captar la adhesión de la ciudadanía pero representan al menos la intención de algo distinto, pero merecen que el voto positivo les de la chance de mostrar sus intenciones y capacidades en función de la acción de gobierno. Y aún no se descarta que ambas opciones confluyan en una propuesta tercerista que intente sacar a los argentinos de la opción de hierro.

Del mismo modo en las elecciones provinciales y municipales, en las que deberán elegirse partidos, candidatos y representaciones para que el entramado institucional se mantenga incólume.

Pero la realidad expresada en todas las encuestas indica que Macri y Cristina reúnen hoy la mayor intención de voto, aunque más de la mitad de los argentinos no quieren a ninguno de ellos en el poder.

¿Qué hacer entonces si ellos deben definir en una segunda vuelta quien será el nuevo presidente de la república?. ¿Porqué no comenzar a analizar la posibilidad de decirles en las urnas que no queremos a ninguno de los dos?.

Tal vez entonces el voto en blanco se convierta en un grito de rebeldía de una nación que no quiere más mentiras y que no se resigna a quedar presa de una trampa moldeada por fanáticos y/o asesores de imagen que eligen previamente cual debe ser la opción de hierro a la que nos someterán.

Claro que el voto en blanco, no casualmente, tiene toda la mala prensa que se han encargado de darle los integrantes de la corporación política ocupados en convencer a la sociedad de que solo eligiendo a alguno de ellos se defiende la democracia. Ocultando que también es un voto positivo que permite a un sector de los votantes comunicar que nada quiere de lo que se le está ofreciendo.

Y que también -así fue durante la proscripción y sobre fines del gobierno de la Alianza- ha sido útil para vaciar de legitimidad opciones tramposas que llevaban al país por el camino equivocado.

Tal vez sea muy temprano para plantearnos semejante opción. Pero tenemos que evitar que el silencio y la mansedumbre nos hagan llegar tarde al mensaje que la inmensa mayoría quiere dar a quienes insisten a condenarla al fracaso.

Puede parecer políticamente incorrecto plantear una cuestión semejante…pero miremos con realismo y sin temor el lugar al que nos ha llevado lo políticamente correcto