Recordando a los grandes: José Ignacio Rucci

José Ignacio Rucci (Alcorta, Santa Fe, 15 de marzo de 1924 – Buenos Aires, 25 de septiembre de 1973) fue un dirigente sindical y político argentino.

Su ascenso en la militancia sindical

En 1946 comenzó a formarse en la tarea sindical y pasó a cobrar relevancia luego de la autodenominada Revolución Libertadora que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón en 1955, como miembro activo de la llamada Resistencia Peronista. Tras el nacimiento de las 62 organizaciones, rama política de la CGT, Rucci comenzó a escalar posiciones rápidamente junto al dirigente Augusto Timoteo Vandor dentro de la UOM Unión Obrera Metalúrgica a la que pertenecían y del movimiento sindical en general.

Fue dirigente gremial en la importante fábrica siderúrgica SOMISA (Sociedad Mixta Siderurgia Argentina, actual Ternium Siderar), de San Nicolás de los Arroyos-Ramallo; en 1960 asumió la Secretaría de Prensa de la Unión Obrero Metalúrgica, acompañando a Vandor, Paulino Niembro, Avelino Fernández y Lorenzo Miguel, y en 1964 fue designado interventor en la seccional San Nicolás, donde luego fue secretario general. Mantuvo una fuerte polémica, incluso con solicitadas en los diarios, con Agustín Tosco, que representaba una posición más combativa y de izquierda que la de Rucci.

Tosco consideraba que nada ni nadie podía sustituir a las asambleas, que ellas eran superiores a los cuerpos directivos, y que la lucha no debía abarcar únicamente las condiciones salariales. Podría calificarse a su ideología como antiimperialista, antipatronal y antiburócrata. Su lucha contra lo que llamaba burocracia sindical era constante y uno de sus enemigos más notorios fue José Ignacio Rucci. Tosco afirmaría sobre éste: «Rucci y sus discípulos son prisioneros por sus compromisos con los detentadores del poder, presos de la custodia que les presta el aparato policial; presos de una cárcel de la que jamás podrán salir: la de la claudicación, indignidad y participacionismo». Tosco y Rucci tuvieron varios cruces mediáticos (al respecto puede verse un reportaje a Rucci:

Su actuación como secretario general de la CGT

En 1970 fue designado secretario general de la CGT y desde allí fue uno de los impulsores del regreso de Juan Domingo Perón al país, enfrentándose al sector colaboracionista de Rogelio Coria, que en ese momento presidía las 62 organizaciones sindicales peronistas.

Cuando se produce el primer regreso de Perón al país, el 17 de noviembre de 1972, había una fuerte lluvia; y Rucci sostuvo el paraguas para proteger a Perón cuando descendió del avión. Junto a Perón y Rucci se encontraba también Juan Manuel Abal Medina .

Perón permaneció durante casi un mes en una residencia de la calle Gaspar Campos de la localidad de Vicente López y regresó luego a España. Proscripto Perón por los militares, Rucci y Lorenzo Miguel (de la Unión Obrera Metalúrgica) propiciaban la candidatura a presidente de Antonio Cafiero para las próximas elecciones. Sin embargo, el candidato elegido por Perón fue Héctor J. Cámpora.

Juan Manuel Abal Medina, secretario general del peronismo en esa época, se refiere a Rucci como: «Un tipo absolutamente pasional, muy mal político, de muy poca formación, un peronista absoluto pero con un pensamiento fascistoide. Y de una enorme lealtad al general: eso era el punto de coincidencia que nos permitía trabajar juntos. Con don Héctor (Cámpora) nunca se quisieron mucho. Eran los dos extremos. Cuando el general decidió que Cámpora sea su delegado, Rucci se puso como loco y se produjo un enfrentamiento que no terminó a los tiros de milagro. Cuando estábamos haciendo el congreso para elegir candidato a Cámpora en el hotel Crillón, Rucci quería levantarlo a balazos. Después pidió perdón de mil maneras, reconoció que había estado mal, pero el episodio fue muy duro.» (entrevista en diario Página 12,http://www.pagina12.com.ar/1999/99-01/99-01-18/pag12.htm, consultada el 9 de junio de 2014).

Durante la campaña electoral, en febrero de 1973, mientras Rucci participaba como orador en un acto público en la ciudad bonaerense de Chivilcoy, se produjeron incidentes e intercambios de disparos con armas de fuego, perdiendo la vida Osvaldo Bianculli, secretario privado de Rucci .1

Perón vivió en España hasta su retorno definitivo, producido el 20 de junio de 1973, ya durante el gobierno de Héctor J. Cámpora.

Consigna de la UES

En la edición de la revista «El Descamisado» del día 31 de julio de 1973, se vinculaba a un custodio personal de Rucci en el asesinato de un militante de la juventud peronista en la ciudad de San Nicolás. En la misma revista se hace una fuerte crítica a la trayectoria sindical de Rucci y se le asigna también responsabilidad en el asesinato de ese militante, Benito Spahn. 2

En el acto de Montoneros en la cancha de Atlanta, el 22 de agosto -a un año de la Masacre de Trelew-, se lanzaron duras consignas contra Rucci, acusándolo de «burócrata sindical». 3

En el único acto público de la campaña a la presidencia de Perón, el 31 de agosto, se realizó un «desfile» de todo el activismo disponible, unas 400.000 personas que tardaron tres horas en pasar delante del balcón de la central obrera. Los organizadores del desfile consiguieron que la Tendencia —la mitad de los efectivos, en ese recuento— marchara al final, y convencieron a Perón de que se retirara «cansado» al llegar esa parte. Así que las estructuras de superficie de Montoneros desfilaron delante de un balcón ocupado sólo por Isabel Perón, José López Rega, Raúl Lastiri, Otero, Lorenzo Miguel y Rucci, todos satisfechos con el desaire del general. Una de las consignas de la UES, con la música del jingle del dentífrico Odol, decía4

«Que lindos que son tus dientes»
le dijo Rucci a Perón.
Perón contestó sonriente:
«¡Ja, ja!, morirás como Vandor.»
Luego del asesinato, la militancia montonera coreaba: “Rucci traidor, saludos a Vandor”4

El asesinato de Rucci

A principios de septiembre de 1973 la organización Montoneros comenzó a analizar la posibilidad de matar a Rucci. Por casualidad las FAR habían descubierto a Rucci en el momento de salir de una casa en la calle Avellaneda 2953, del barrio de Flores, en la Capital Federal.

Roberto Perdía contó que después de la masacre de Ezeiza se reunió con Lorenzo Miguel: “Lorenzo explicó que el sindicalismo no había tenido nada que ver con la masacre: de hecho, sus militantes al igual que los nuestros, acudieron a recibir al General armados con palos, cadenas y algunos «fierros» cortos, sin otro ánimo de enfrentamiento más allá de los tumultos ocasionales que pudieran producirse debido al indeseado pero estrecho contacto al cual nos obligaba la movilización. A partir de este encuentro, entre montoneros y sindicalistas, se integró una comisión no sólo destinada a prevenir potenciales enfrentamientos sino, además, para llegar a acuerdos políticos entre ambos sectores.

“Observo hoy —escribe Perdía— que las fuerzas que empujaron hacia el desarrollo de la confrontación eran más poderosas que aquellas otras que, dentro de la confusión, buscábamos el acuerdo (…) Cada gesto conciliador del jefe metalúrgico se correspondía con reacciones altisonantes por un sector de su propio entorno. Cada intento nuestro por establecer puntos de acuerdo despertaba en muchos las sospechas de traición”.

No obstante, a partir de los hechos de Ezeiza del 20 de junio existían en la organización dos enfoques políticos que decantaron en dos sectores internos: «movimientistas» y «militaristas»

El asesinato de Rucci marcó el predominio político del sector militarista dentro de la conducción montonera, que en ese momento estaba integrada por ocho miembros. De ellos, cuatro (Firmenich, Hobert, Perdía y Yager) provenían de Montoneros. Tres (Quieto, Roqué y Osatinsky), de Fuerzas Armadas Revolucionarias y, por último, Horacio Mendizábal, de Descamisados. No existe confirmación de que “orgánicamente» la totalidad de la conducción haya autorizado la ejecución. La ex militante de Montoneros y luego funcionaria durante los gobiernos de Carlos Menem y Néstor Kirchner, Alicia Pierini, afirmó que la fusión de FAR y Montoneros, que se hizo pública en octubre, no estaba concluida y no había una dirección conjunta para la fecha del asesinato por lo que Roqué habría tomado la decisión de actuar «por la libre».5

En su libro: «Militancia sin tiempo. Mi vida en el peronismo» (Buenos Aires, Planeta, 2011, pág. 288); Antonio Cafiero recoge lo que escribió esos días de setiembre de 1973, a dos días del triunfo electoral de Perón a la presidencia: «Martes 25 al mediodía: José Ignacio Rucci asesinado. Un manto de tragedia y catástrofe oculta la alegría de la víspera. Y llegó el paro general, las amenazas de venganza, el cortejo fúnebre (…). Pienso en lo que Rucci me dijera una tarde en la CGT: «Mi error fue no irme inmediatamente después del retorno».».

Preparativos

De acuerdo a una investigación publicada por Ceferino Reato, periodista y asesor del ex-embajador argentino en el Vaticano Esteban Caselli durante el gobierno de Menem,6Roqué se habría instalado en un departamento de barrio de Floresta, Juan B. Justo 5781, a diez cuadras del domicilio de Rucci y habría mandado a traer al departamento las armas necesarias para el operativo: las habría llevado Gustavo Laffleur, camufladas como máquinas de coser Knittax y en un auto oficial del gobierno de la provincia de Buenos Aires, aunque esto no implica que dicho gobierno participara o estuviera en conocimiento de la acción o del uso del automóvil. Ha sido señalado que en Juan B. Justo 5781 no existía ni existe actualmente ningún edificio y en la nueva edición del libro Reato da su explicación al respecto.5

Roqué convocó al equipo operativo, nueve combatientes, la mayoría provenientes de las FAR, si bien no había acuerdo general sobre la oportunidad ni la necesidad política del operativo. El «gordo» Fernando Saavedra había sido designado inicialmente como jefe del mismo, las versiones mencionan que se oponía por razones políticas y una semana antes durante un entrenamiento se rompió un tobillo (supuestamente adrede para no participar).

Según otras fuentes, el atentado fue ejecutado por siete Oficiales de la organización armada, entre los que se encontraban Eduardo Tomás Miguel Molinete (alias el “Gallego Guillermo”), Horacio Antonio Arrue (“Pablo Cristiano”), hijo de un legislador justicialista, y Marcelo Daniel Kurlat, (“Monra”) 7 . Entre los participantes se encontraría también Mario Lorenzo Koncurat, casado con una hija de Paco Urondo, que más adelante participaría en la toma del Regimiento 29 de infantería en la provincia de Formosa.

El asesinato

A las 12:11 del 25 de septiembre de 1973, el grupo conducido por Juan Julio Roqué asesinó a Rucci cuando éste salía de la casa de calle Avellaneda 2953 en el barrio de Flores.

Posteriormente, cuando en Montoneros conocieron (por los medios de difusión) que el dirigente obrero peronista tenía 23 impactos de bala, denominaron a la operación “Operativo Traviata”, porque el comercial de las galletitas Traviata decía: “Las de los veintitrés agujeritos”.

El asesinato no fue reivindicado por sus autores, y la conducción de Montoneros, que no tomó ninguna medida interna contra los responsables, negó enfáticamente la autoría del hecho. Todavía en 1997, Roberto Cirilo Perdía escribió: «Las balas que segaron su vida pudieron haber partido desde diferentes trincheras. Pero la mayor parte de las miradas apuntaron hacia nosotros. Más allá de quien haya sido el ejecutor material de este hecho, nosotros pagamos su costo político (…) Desde todo punto de vista la muerte de Rucci favoreció el avance de las políticas opuestas a nosotros (…) La actividad paramilitar del Estado contra nosotros encontró una excusa para fortalecer su accionar».

Pero pese a las palabras de Perdía, dos años después de la muerte de Rucci, en junio de 1975, Montoneros reinvindicó su asesinato y se lo adjudicó públicamente en su órgano oficial, la Revista «Evita Montonera», en el número 5 de la misma, página 18, bajo el apartado de «Justicia Popular»8 donde expresa que fue «ajusticiado» junto a Félix Navazzo, Martín Salas, Víctor Sánchez, Juan Carlos Mariani, entre otros, a quienes señala como participantes en la «Masacre de Ezeiza» contra esa organización.

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El último mensaje

El 25 de septiembre de 1973, en nombre de lo que denominaban movimiento obrero organizado, José Ignacio Rucci iba a leer por canal 13 de televisión un mensaje que entre otras cosas decía:

«Ahora el fragor de las luchas ha pasado a convertirse en historia. La realidad de nuestros días es la unión, el trabajo y la paz. Por primera vez en 18 largos y sacrificados años se ha expresado sin limitación alguna, con absoluta soberanía, la voluntad popular. Ninguna sombra del pasado podrá interponerse ahora para que los argentinos marchemos unidos y solidarios, hasta la construcción de la Argentina potencia. Los trabajadores han contribuido al proceso de liberación y a la modificación de las estructuras caducas y la destrucción se ha operado no sólo en los aspectos materiales de lo que fuera una nación próspera y libre, sino en la conversión en una colonia empobrecida, dependiente, opresora e injusta.»

«Hubo un proceso distorsionador en el ámbito espiritual y cultural, cuyas consecuencias no han podido ser erradicadas del todo y aún las se­guimos viviendo y soportando. Significa esto que a la recuperación plena del poder adquisitivo de los salarios, a la valorización del trabajo a la creación de nuevas riquezas, es necesario agregar la pacificación de los espíritus, requisito indispensable para encarar un proceso de recons­trucción y la reconquista de los valores nacionales, cuya vigencia absoluta asegurará la elección de los mejores caminos para arribar al objetivo común.»

«Sólo por ignorancia o mala fe se pueden exigir soluciones inmediatas para problemas que fueron profundizados durante tantos, años; no se puede apelar a la violencia rayana en lo criminal, en un clima de amplias libertades e igualdad de posibilidades; no se puede seguir abrigando ambiciones y privilegios, creando condiciones injustas, burlando las leyes, impidiendo o saboteando la consolidación de un proceso que ha sido aprobado por la mayoría del país.»

«En este aspecto, las delincuentes comunes que se resisten a amalga­marse en una sociedad productora, son parangonables con los delincuentes políticos y económicos, empeñados en defender un estado de cosas que no puede seguir ya en vigencia.»

«También en este aspecto resulta tan perniciosa para la Nación la subsistencia de pretensiones liberales injustas, como la acción dé los grupos de ultraizquierda o derecha, que en los países hermanos contribuyen entre sí para abortar las posibilidades de una política popular. Nadie podrá negar que ahora las leyes se apoyan indiscutiblemente en el consenso mayoritario y, por tanto, no existe argumento alguna que justifique su incumplimiento. Sólo el acatamiento estricto de la ley nos hará realmente libres, pero el acatamiento deberá ser parejo, como parejas habrán de ser las sanciones, a quienes pretenden seguir imponiendo sus convivencias sectoriales por encima de las necesidades auténticas de la comunidad.»

«Las leyes emanadas del gobierno del pueblo, elaboradas por los representantes del pueblo, habrán de regir la convivencia argentina, asegurar los derechos de todos para frenar a cualquier acción ilícita y por lo tanto antinacional y antipopular. Sólo de esa manera se garantizará la paz y la unidad de los argentinos, y se cimentan las bases sobre las cuales las nuevas generaciones, nuestra maravillosa juventud, irá produciendo el indispensable trasvasamiento que la acercará al futuro y el logro de sus mejores destinos.»

«Esa juventud comprende que la etapa de la lucha ha sido superada, y hoy el campo de batalla se centra en la reconstrucción hacia la liberación de la patria y la realización integral del pueblo. Este es el pensamiento de la clase trabajadora organizada.»

«Debemos lograr el robustecimiento de la unidad latinoamericana y del Tercer Mundo, contra toda forma de imperialismos, la subordinación a las centrales continentales o internacionales, quienes sirven a la política imperialista de cualquier signo.»

«La reconstrucción de la Patria es una tarea común para todos los argentinos, sin sectarismos ni exclusiones. La liberación será el destino común que habremos sabido conquistar, con patriotismo, sin egoísmos, abiertos mentalmente a una sociedad nueva, para una vida más justa, para un mundo mejor.»