La historia de la chica trans que es candidata a senadora por la Provincia de Buenos Aires
Una marplatense transexual de 42 años se hace lugar en la política y encabeza una lista en la quinta sección electoral
En Mar del Plata, a 418 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, vive Daniela Castro, una mujer trans que se candidatea como Senadora provincial por la quinta sección electoral para las próximas PASO. Reconoce que, ante una sociedad prejuiciosa y machista, su problema para abrirse paso en la política fue doble: la discriminaron por trans y por mujer.
«Todo nos cuesta mucho más que a los varones», dice, y contra eso lucha con su proyecto político: «Tenemos como propuesta fundamental ser una plataforma con perspectiva feminista porque entendemos que las mujeres tienen que tener espacios, derechos, plenarios y discusiones para poder modificar todo este ambiente patriarcal en el que hemos vivido durante tanto tiempo».
Daniela nació con genitales de varón, pero su identidad de género es femenina. Siempre lo sintió así. Se llama Daniela Emma Castro. «Con dos m», aclara por teléfono. Su voz es delicada, suave. De su apariencia hablan sus perfiles en las redes sociales: una mujer esbelta, morocha y de sonrisa amplia.
Aunque tiene 42 años, las fotos no reflejan su edad. Parece más joven. Hoy encabeza una lista de senadores y senadores por la quinta sección electoral, que comprende 27 partidos (entre los que se cuentan Mar del Plata, Chascomús, Dolores, Balcarce y Necochea, entre otros) y busca llevar adelante la lucha contra el machismo.
Daniela, que competirá con el frente Vamos, cuenta a LA NACION lo mucho que le costó lograr un espacio en el mundo laboral formal y, más aún, en una lista. «Cuando descubrí la pasión que tenía por la política y empecé a meterme de lleno, me dí cuenta de que me iban a poner muchos frenos, no contra mí, sino porque la política en Argentina es muy machista, el machismo está enquistado», dice y sostiene que en su espacio promueven «leyes para equiparar mujeres y varones».
Para ella el problema que le hicieron sentir es que, además de ser mujer, es trans. «Eso generaba rechazo y más cuando yo empecé a transitar la política». Daniela empezó a hacerlo en 2003, pero su camino hasta llegar ahí no fue simple y su intención de involucrarse tiene que ver con su lucha. «No fue una decisión consciente. No me levanté un día y dije quiero hacer esto. La vida y mi historia me fueron llevando a pararme como referente política porque me encontré reclamando derechos frente a las injusticias que vivía», recuerda.
A Daniela le costó llegar a ser quien es hoy. «Fue una historia dura», dice, pero aclara que «no existe un antes y un después» en su vida. «No era algo antes y ahora soy esto», cuenta y explica que esto fue así porque le tocó una familia que la acompañó en su transformación, en su búsqueda por ser quien sentía que era.
Ella no sufrió discriminación en su casa, pero sí en otros contextos: «Una vez que Daniela Castro se construyó visiblemente frente a la sociedad, empezó otra etapa, aquella en la que se pierde la inocencia de cualquier niño o niña que transita su identidad de género sin hacerse preguntas hasta que crece y se enfrenta con la vida, con todo lo que existe puertas afuera. En la escuela comenzaron los primeros síntomas más dolorosos donde comencé a vivir violencia verbal», recuerda.
Cree que su temperamento fuerte le permitió sobrellevar esos momentos. Para sobrevivir en medio de la hostilidad social que la rodeaba, tuvo que prostituirse para conseguir dinero. «No fue fácil. Yo como muchas de mis compañeras tuve, lamentablemente, un paso por la prostitución y eso sí marcó un antes y un después. Intenté muchísimas cosas para no llegar a prostituirme, yo quería romper con ese paradigma que tiene que ver con que, si sos trans, tenés que estar en esa situación. Busqué todas las formas para evitarlo, pero no lo logré. Fue un momento muy duro, difícil, porque yo no entendía por qué tenía que pasar por eso, pero tenía que vivir y no tenía otro medio de vida», cuenta Daniela.
Ella comenzó a recorrer la prostitución a principios de los ’90, cuando ser trans no sólo no era bien visto sino que no había derechos conquistados. La ley de identidad de género se sancionó en mayo de 2012.
«En aquella época la policía entendía que yo estaba en actitud de rebeldía y me perseguía. Esa rebeldía no era más que mis gritos por mis derechos, pero eso tuvo un costo y estuve detenida mucho tiempo en distintos momentos», cuenta Daniela, que se tuvo que ir de su ciudad porque pensó «que terminaba mal», de hecho eso fue lo que le dijo la policía, según ella misma cuenta.
Sintió miedo y no le fue bien. Se fue a vivir a Buenos Aires para escapar. «Y la pasé diez veces peor, entonces decidí volver para cambiar mi vida y salir de la situación de prostitución. Ahí empecé a transitar el camino del trabajo social, de la política, me acerqué más a lo sindical. Lo primero que hice para poder trabajar por fuera de la prostitución fue tomar uno de los primeros programas sociales que existieron y dejé la calle», cuenta.
Así, empezó a trabajar en un ropero comunitario a cambio del dinero del plan. Ahí aprendió a coser a máquina y con eso pudo hacer sus primeras changas en un taller de costura. Después entró a trabajar a la CTA como empleada administrativa y ese fue el punto de inflexión en su vida laboral.
A principios de 2001 Daniela tomó contacto con distintos ministerios, viajó, conoció gente y se metió cada vez más en la política desde un lugar social, hasta que finalmente, 14 años atrás, consiguió un trabajo en la Secretaría de DDHH de la provincia de Buenos Aires. «Fui la primera chica trans en tener un cargo público en la Provincia», cuenta Daniela, que desde 2015 se desempeña en el Patronato de Liberados bonaerense.
Un largo camino de trabajo y militancia la posiciona hoy entre las ciudadanas que piden más derechos y menos exclusión.