Por Adrian Freijo
Como en el viejo cuento del fortín de frontera, el gobierno debería tomar nota de la cantidad de argentinos de todos los colores y situaciones que hoy expresan su hartazgo por una gestión que nada ha resuelto de sus vidas.
«Pa’enojados son muchos» contestó el gaucho encaramado en el atalaya del fortín de frontera cuando su comandante le pidió que contase acerca del estado de la indiada que se acercaba. Y el buen hombre, con la serena sabiduría de quien solo se fía de lo que ven sus ojos, no atinó a decir otra cosa acerca de ese malón al que percibía como una amenaza.
Después de una jornada de marchas y cortes contra el gobierno y sus políticas -que convocaron cientos de miles de militantes de organizaciones sociales a lo largo del país- la noche capitalina volvió a mostrar el paisaje de los ya clásicos «caceroleros» expresando su furia por la insólita decisión de la Corte que, una vez más, nos avisaba que aquí la justicia se rige por el poder que tiene, o puede llegar a tener, aquel que está acusado de cometer delitos de corrupción.
Mientras tanto las redes sociales, con trolls o sin ellos, seguían siendo la pestilente versión de la furia ciudadana al mismo tiempo que Lilita Carrió o el gobernador Cornejo no se esforzaban por ocultar su enojo con Macri, sus armadores de campaña y gobierno y tanto manejo, equivocado a veces y malintecionado otras, que empuja a la sociedad a la vereda de enfrente.
La CGT no se quedaba atrás y enviaba un mensaje de ruptura en forma de convocatoria a un paro general y la oposición empujaba las barreras de la prudencia para lanzarse al abordaje del poder convencida de que el momento es ahora y que la respuesta oficial será siempre insuficiente.
Es verdad que en todos los casos la intencionalidad y la especulación pueden estar al orden del día; y no lo es menos que no todos los quejosos lo hacen desde el convencimiento o la buena fe.
Pero «pa’ enojados son muchos» y en Balcarce 50 deberían comenzar a tomar nota…