Un peronismo que vuelve a las bases

por CRISTIAN GALEANO

Secretario de la Juventud P.J. Mar del Plata

Parece que algunos recién se están enterando de que el peronismo no se gana por Twitter ni
por los sets de televisión, sino trabajando, gestionando y estando con la gente.
El 7 de septiembre, Axel Kicillof volvió a demostrarlo: con una campaña austera, sin gritos
ni fuegos artificiales, ganó la elección bonaerense mientras muchos daban por muerto al
peronismo.
Y la clave fue simple: desdoblar las elecciones para que la provincia tuviera voz propia, sin
quedar atada a los enredos y peleas de la política nacional. Fue una jugada inteligente,
porque la gente votó pensando en su barrio, en su trabajo, en su escuela, no en los discursos
de tribuna.
Mientras tanto, el kirchnerismo , con sus aciertos y sus errores históricos, se enfrentó a una
realidad que ya no puede esquivar. Durante años fue el motor de muchas conquistas
sociales, pero también cayó en la lógica de hablarle solo a los propios, de creer que el poder
se defiende cerrando puertas y no abriéndolas.
Ese modo de hacer política —más preocupado por las internas que por la gestión— terminó
alejando a miles de compañeros y compañeras que siguen creyendo en el peronismo, pero
no en el sectarismo.
El triunfo de Axel no fue casualidad. Fue el resultado de un gobierno que apostó al trabajo, a
la producción y a la industria nacional, cuando el resto hablaba de motosierra y libertad de
mercado como si la Argentina fuera un laboratorio.
Porque mientras Milei grita que hay que “dejar hacer al mercado” y que el Estado “es un
estorbo”, en la Provincia se abrieron fábricas, se ampliaron parques industriales y se
defendió la educación pública.
Esas cosas que no se ven en los titulares, pero que la gente siente cuando el hijo consigue
laburo o cuando la pyme del barrio vuelve a producir.
Y sí, algunos del viejo aparato se enojaron porque Axel no pidió permiso.
Pero el peronismo nunca fue de los que piden permiso: fue, es y será de los que se
arremangan y trabajan.
La política no se hace desde la soberbia ni desde los sellos, se hace desde la gestión.
Por eso el pueblo bonaerense eligió seguir con un gobernador que no promete milagros,
pero cumple con hechos.
La derrota de ayer lo confirmó: el ciclo de los discursos vacíos y los gestos de palco, del
enemigo o esclavo está agotado.
El peronismo que viene es otro. Es el del trabajo, la producción, la educación pública, la
salud gratuita y la dignidad del que se levanta a las cinco para ir a laburar.
Ese es el peronismo que Axel representa y que muchos queremos ver florecer otra vez en
todo el país.
El desdoblamiento electoral fue clave porque permitió que la provincia votara sin arrastre,
sin mochila nacional.
La gente eligió mirando la gestión bonaerense, no las internas de Buenos Aires Capital ni las
peleas de egos en el Congreso.
Y cuando se vota con el corazón puesto en el territorio, el peronismo gana. Porque ahí está
su raíz: en el pueblo, no en las cúpulas.
El futuro no está en los que hablan del pueblo desde un atril, sino en los que lo conocen por
nombre y apellido.
No está en los que se pelean por un sello partidario, sino en los que saben lo que cuesta
producir, pagar sueldos y sostener una familia.
Ese es el nuevo peronismo que se está gestando, y que Axel Kicillof encarna con gestión,
coherencia y trabajo.
Porque si algo dejó claro el 7 de septiembre es que el peronismo no murió.
Solo estaba esperando que alguien volviera a prender la máquina, con menos gritos y más
producción.
Y ya sabemos lo que pasa cuando el peronismo trabaja en serio: el pueblo vuelve a creer.