Cristian Galeano secretario de juventud del Partido Justicialista de Mar del Plata/ Agrupación Peronista Olazabal.
Hoy más que nunca, frente al avance de un modelo liberal, financiero y extranjerizante como el que encarna Javier Milei, se vuelve imprescindible levantar las banderas del peronismo: trabajo, producción nacional y justicia social. El modelo de Milei no es novedoso ni original; es la continuidad del viejo proyecto oligárquico que históricamente intentó reducir a la Argentina a una factoría sin industria, sin derechos, y sin destino para las mayorías.
Milei habla de “libertad”, pero lo único que libera es al capital financiero de toda regulación, mientras somete al pueblo al ajuste, al hambre y a la desocupación. Su modelo especulativo reemplaza la economía real por la lógica de la timba: dolarización, desguace del Estado, extranjerización total. En definitiva, un proyecto de país sin trabajadores.
Por el contrario, el peronismo, desde 1946 hasta nuestros días, siempre sostuvo que no hay país posible sin producción, sin industria y sin justicia social. Como decía el General Juan Domingo Perón:
«Nosotros no somos ni capitalistas ni marxistas: somos peronistas, y en nuestro país el capital debe estar al servicio de la economía, y la economía al servicio del pueblo.»
En la doctrina peronista, el trabajo no es solo un medio para ganarse la vida. Es la fuente de dignidad, realización personal y eje estructurador de una comunidad organizada. Perón sostenía:
“El trabajo es un derecho que dignifica al hombre y que le da el lugar que le corresponde en la sociedad.”
En ese marco, el trabajador no es una variable de ajuste ni una pieza descartable, sino el verdadero protagonista del proyecto nacional. Sin trabajo no hay dignidad, y sin dignidad no hay justicia social.
Durante los gobiernos del General Perón, la Argentina vivió una transformación profunda. Se industrializó el país como nunca antes, se duplicó la participación del salario en el ingreso nacional, se nacionalizaron los ferrocarriles, los teléfonos, la banca, y se creó Aerolíneas Argentinas. Además, el Estado planificó su rumbo económico a través del Primer Plan Quinquenal, articulando el rol de los trabajadores con el del aparato productivo. Se gobernaba para el pueblo, no para los mercados.
La importancia de la comunidad organizada como modelo de nación fue central en la visión de Perón. Una sociedad cohesionada, donde el Estado, los trabajadores y los empresarios articulen intereses comunes, con justicia social como horizonte. Frente al individualismo liberal, el peronismo propone la solidaridad, la organización y la soberanía popular. “Solo el pueblo salvará al pueblo”, y para ello el pueblo debe estar organizado.
Décadas más tarde, Néstor Kirchner levantó esas banderas en medio de los escombros de la Argentina post 2001. Entre 2003 y 2015, durante los gobiernos de Néstor y Cristina, el país vivió uno de los ciclos de crecimiento más importantes de su historia: el PBI se duplicó, se crearon más de seis millones de puestos de trabajo, la desocupación bajó de más del 20% al 5,9%, y el salario real creció un 78%. Se reindustrializó la economía con políticas activas y se pagó la deuda con el FMI, devolviendo soberanía política y económica. La pobreza se redujo del 54% a menos del 27% y se multiplicaron las universidades, las jubilaciones, los derechos laborales y sociales. Ese fue el peronismo del siglo XXI, con justicia social y orgullo nacional.
Como decía el compañero Cafiero:
«La economía es una ciencia moral. No se trata de números fríos, sino de seres humanos, de dignidad y de justicia.»
Hoy, el modelo de Milei revierte todo eso: fuga, deuda, represión y desindustrialización. El “ajuste más grande de la historia” no cae sobre la casta, sino sobre los jubilados, los laburantes, los pibes que no pueden estudiar y los comerciantes que bajan la persiana. Mientras tanto, se benefician los fondos buitre, las mineras extranjeras y los bancos.
El modelo nacional y popular no sólo se combate desde lo económico. También se ataca con el lawfare, con la demonización mediática, y con la judicialización de la política. Cristina Fernández de Kirchner, la dirigente más lúcida del presente, ha sido víctima de una feroz persecución judicial. En 2022 fue condenada en una causa armada, sin pruebas directas, con jueces ligados al macrismo y medios concentrados como brazo armado del poder económico.
El objetivo no era otro que proscribirla, impedirle ser candidata, silenciar su voz y bloquear cualquier posibilidad de reconstruir un modelo alternativo al neoliberalismo. Pero como siempre, el peronismo resiste.
No es nuevo: a Perón lo derrocaron en 1955, lo proscribieron durante 18 años, fusilaron a militantes, desaparecieron a miles, dinamitaron nuestras unidades básicas. Hoy, esa persecución toma otras formas, pero la esencia es la misma: impedir que el pueblo se gobierne a sí mismo.
El compañero Kicillof nos invita a pensar con la misma postura justicialista : «La verdadera riqueza de una nación está en su capacidad de producir, en la inclusión laboral y en que el Estado sea un garante de la soberanía económica y social. No podemos entregar nuestras riquezas ni nuestro trabajo a intereses externos. Defender el trabajo es defender la dignidad del pueblo argentino.»
Cristina lo dijo claro:
«Conmigo no van. Van contra ustedes, contra sus derechos, contra sus salarios, contra sus sueños.»
Mientras Milei pretende refundar la Argentina con motosierra, nosotros creemos en la reconstrucción con esperanza, trabajo y dignidad. El modelo peronista no es una nostalgia: es la única alternativa racional frente al caos liberal. Porque como decía Perón:
«El peronismo no es un partido político: es el alma del pueblo.»
Y el alma del pueblo no se entrega, no se vende y no se rinde.
Porque cuando tocan al pueblo, el pueblo se levanta. Porque si nos quitan el trabajo, salimos a defenderlo. Porque si quieren arrodillarnos frente al mercado, nosotros caminamos con la frente alta, organizados, unidos y solidarios. Somos millones de argentinos y argentinas que sabemos que no hay patria sin justicia social, ni futuro sin memoria. Si nos quieren de rodillas, nos van a encontrar de pie. Si nos quieren callados, nos van a escuchar gritar. Porque somos peronistas, y como decía Evita:
«Donde hay una necesidad, nace un derecho.»
Y no hay motosierra que corte la voluntad de un pueblo que lucha por su dignidad.